viernes, 31 de mayo de 2013

a quién no le ha ocurrido que se ha levantado con la ilusión de que es fin de semana y sin embargo la realidad es muy distinta. Aquí os dejo un relato que espero sea de vuestro agrado.


 
 
El despertador inoportuno

 
Se levantó con ganas de bailar. Puso música de salsa en el portátil y empezó a mover las caderas. Era sábado y en ese día de la semana le apetecía hacer locuras. Tal vez llamaría a una amiga y se iría a comer con ella a un restaurante. ¡Qué narices! Al mejor restaurante, sólo se vive una vez. Por la tarde y siguiendo con el baile ¿Qué tal a una discoteca de moda? ¿O qué tal de  copas?  No, si después de todo, el día se presentaba prometedor.

Empezó a elegir lo que se pondría para tan golosos eventos. “Este vestido no, este me queda estrecho,  estos pantalones están pasados de moda, estos...¡Uf! Qué mareo. Al final siempre le pasaba lo mismo, que acababa con la misma ropa. ¿Para qué tanto fondo de armario? Un día de estos haría selección de todo lo que ya no usaba y lo llevaría a traperos de Emaus o al contenedor blanco de la esquina. Siempre hay gente que lo necesita más que ella. Tenía que plantearse no comprarse tanta ropa, sólo la que iba a usar.

Riiiiiiing!

“¡Uy! ¿Y ahora por qué suena el despertador en sábado?”

Tuvo una corazonada y  sintió que se le bajaba toda la sangre a los pies. Fue directa a la cocina y miró el calendario. ¿Estaba tonta o qué?  ¡Eran las 9 de la mañana de un lunes gris y nauseabundo!  De pronto, recordó que había quedado con su jefe a las ocho en punto en su despacho.  El corazón le dio un brinco, se puso los zapatos Loui Vuitton  y sin esperar al ascensor salió corriendo escaleras abajo,  taconeando y sintiendo que le faltaba el aire. Los lunes eran para pasarlos de puntillas y no pensar en ellos, pero aquel no podría borrarlo de su memoria ni aunque se le oxidara el chip rebobinador de pesadillas. La memoria es un cacharro que a veces tendría que pasar también  por la UCI.

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