jueves, 30 de mayo de 2013

A veces es bueno imaginar y fantasear con lo irreal. Aquí os dejo hoy un pequeño cuento que espero os guste.





La princesa del mar.

 

Ella envidiaba a las mujeres. Paseaban por la orilla mientras la espuma bañaba sus pies y el salitre perfumaba sus rostros ya dorados por el sol. Algunas más jóvenes, ondeaban sus cometas en el aire, y el viento  jugueteaba con ellas en la amplitud del cielo azul. Otras,  maternales y llenas de ternura,  jugaban con sus criaturas en la arena, amasándola con el agua salada y haciendo figuras con sus manos creadoras, ante la felicidad que brillaba en los ojos de  los chiquillos.

Al final todas ellas dejaban la playa vacía. Sus risas entonces, eran reemplazadas por el  chirrido de las gaviotas y una gran soledad se anudaba a su corazón.

Ella no podía imaginar dónde  tendrían sus casas, si serían de ramas y barro,  o de roca y arenisca como la suya.  Ella envidiaba sobre todo,  sus piernas.  Sus muslos firmes y seguros, y aquellos pies que les llevaban por tierra firme rumbo a una libertad para ella desconocida.

Todo esto lo pensaba mientras se zambullía en el agua, dando una gran sacudida en la superficie marina con su gran cola brillante y escamosa de princesa del océano. Ella era una sirena y nunca llegaría a saber de estas cosas.


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