lunes, 25 de noviembre de 2013

LÁGRIMAS MÁGICAS (acrostico)



L lantos de los espíritus hechizados por el alba
A soman desde el fondo del alma en pétalos aguamarina
G emas que también reflejan la alegría y la emoción
R osas cristalinas nadando en el jardín de la ternura
I mpiden que se rompa el corazón de tanto amar.
M aravillosos basamos contra el desamor y la tristeza
A rrollos que se convierten en cascadas atravesando valles,
S altando como la lluvia por los tejados, los asfaltos,

M ontañas, laderas y paraísos lejanos en la memoria.
A londras en suave vuelo a ras de piel.
G racias sean dadas a estas perlas de pureza y transparencia.
I nundan los iris cansados de nubes fantasmas,
C aen arrastrando las hojas secas del alma
A yudando a tejer nuevas ilusiones.
S anadoras, misteriosas y mágicas lágrimas.

miércoles, 30 de octubre de 2013

Mi cantar (poema) Cantar aunque no se tengan ganas, aunque duela el corazón. Seguir adelante, a pesar de los penas. Agradecer lo bueno que tenemos, aunque nos falten cosas que creemos necesarias para ser feliz, cantar y soñar y dar el esquinazo a la tristeza.

 
 
 
Hoy canto porque mi corazón late,
porque mi alma se expande,
porque el amor me inunda.
Hoy me regalo el tiempo,
todos los relojes del mundo son ahora míos.
Toda la eternidad es mía,
y por eso canto,
porque soy rica en tiempo, en aire,
en rosas, en pájaros,
en árboles, en caminos...
Toda la naturaleza es mía,
Hoy puedo cantar porque soy viento,
porque soy toda voz,
porque me siento en libertad.

domingo, 13 de octubre de 2013

El armario ropero (cuento). Cuantas veces nos llenamos de cosas y trastos inútiles, tanto el alma y el armario, de los que no sabemos desprendernos. Nos aferramos a los recurdos y a las cosas y ahí nos quedamos estancados sin poder avanzar. Hacer una limpia de trastos inútiles y malos recuerdos podría ser muy positivo para poder comenzar de nuevo un presente más liviano y feliz.




Hoy mismo ha decidido  vaciar de cosas viejas su  alma y su armario ropero.

 Su alma ha quedado limpia de malos recuerdos, de rencores, de malentendidos, de orgullos, de vanidades… De todo lo que se queda estancado y duele en lo más profundo  y crea ardores de estómago, cansancio, tristeza, desamor;  la puerta abierta a todo tipo de dolencias físicas y anímicas. Ha decidido hacer una selección entre todas sus vivencias y quedarse sólo con lo que le hace sentirse bien y con energía en su día a día.

Su armario ha quedado vacío de abrigos que la descobijaban cuando más necesitaba calor y cariño, de vestidos en los que no era ella, la mariposa en la que se ha convertido, sino telas raídas de la crisálida que fue. Ha quedado vacío de bolsos llenos cachivaches sin sentido: pintalabios de colores absurdos, para labios que buscaban besos y palabras de aprobación,  con tal de sobrevivir a toda costa. Bolígrafos secos que ya no podrían escribir cuentos de hadas, ni cartas de amor,  ni versos. Peines que ya no hundirían  sus púas en la melena que fue su orgullo. Pantalones  talla XXL por si engordaba, trajes talla S por si adelgazaba...

Un armario en peligro de derrumbarse del peso de sobrellevar el pasado y el futuro sobre su madera ya vieja.  Un alma ya demasiado asustada por el lastre de una memoria aturdida.

Después ha dado cera al ropero y le ha contado chistes a su alma. Y los dos se han reído de su chispa,  y los dos han vuelto a ser originales y mágicos otra vez.

lunes, 2 de septiembre de 2013

Geraldine (Historia de una muñeca). Este relato lo escribí en el taller de escritura de la biblioteca de irún que imparte la escritora Maite Gonzalez Esnal. Dejé volar mi imaginación y creé este cuento visto desde la mirada de una muñeca en vez de una niña. Espero os guste.




Yo soy un poco como Pinocho. A mi también me crearon en un taller de artesanía en un barrio de Paris. Mi padre tenía también unas manos prodigiosas para modelar figuras. Mi nombre es Geraldine y soy casi como una niña, aunque no sea de carne y hueso, sino de porcelana. Todas las muñecas que salíamos de aquella factoría éramos exclusivas . Unas rubias, otras morenas; unas con piel muy blanca, otras tostada, pero todas con preciosas caritas, ensortijados cabellos y elegantes trajes.
Conmigo empleó más tiempo que con las demás para realizarme. Recuerdo que en voz baja me solía decir:
- Tú tienes que ser para una niña muy especial, porque tú también vas a ser única.
Me modeló con una graciosa carita blanca y regordeta, con unas mejillas encendidas, boca y nariz pequeñita y unos ojos negros y profundos con los que podía ver todo lo que me rodeaba.
-Guarda el secreto- me decía- tú eres la única de mis creaciones que puede ver. Obsérvalo todo y de lo que veas, guarda dentro de ti lo mejor.
Mi pelo rubio se escondía bajo un elegante sombrero beige con encajes. Me vistió con un vestido del mismo color lleno de puntillas y blondas. Después, me miró complacido, me cogió con cuidado entre sus manos y me colocó en un escaparate junto a otras muñecas, en la tienda que tenía contigua al taller. Pronto hicimos amistad unas con otras, aprendimos nuestros nombres y a veces en el rudimentario lenguaje de las polichinelas, hablábamos todas a la vez.
Muchas niñas que paseaban con sus padres por la acera se paraban y nos miraban entusiasmadas a través de la cristalera. Otras veces entraban y cada niña a la que le iban a obsequiar con una de nosotras, elegía la más parecida a ella.
Así, una niña de tirabuzones rubios y ojos azules salió de la tienda con Ninette, que era una copia exacta a ella. Otra chiquilla de ensortijado cabello negro que comía algodón de azúcar, se llevó a Celine que al igual que ella era morena y con enormes ojazos verdes. Y así fueron marchándose Adeline, Nicole, Natalie…...De pronto yo era la única que quedaba de aquella remesa. Una noche se presentó ante mí un ser fantástico, entre mariposa y libélula, que dijo que era mi hada madrina, y tocándome con una varita mágica me bendijo con estas palabras que en aquel momento no entendí:
-El día en que te amen despertarán los sentimientos que duermen en ti.
Me miró con dulzura y desapareció. Por unos instantes pensé en esas palabras pero al no comprenderlas me olvidé de ellas.
Al poco tiempo me vi rodeada de nuevas compañeras recién salidas de fábrica que tuve que ir conociendo poco a poco.
Un día acertó a pasar por allí una niña vestida con un vestido de algodón de cuadritos verdes que le llegaba hasta la pantorrilla, por debajo de la cual se le veían enaguas y pololos. Al verme se acercó al escaparate ladeándose de forma notable de un lado al otro al andar, por lo cual me di cuenta que la niña era coja. Pero lo que más me llamó la atención era que tenía un parecido asombroso conmigo. Las dos rubias, las dos con profundos ojos negros y con mejillas del color de la grana. Nos miramos y desde ese mismo momento deseamos ser amigas. De pronto alguien la llamó.
-Vamos Camille, nosotras no tenemos dinero para comprar una muñeca tan cara. La cogió de la mano y se la llevó de allí casi a la fuerza, al tiempo que ella giraba la cabeza para echarme una última mirada. Vi que la luz de sus ojos se ensombrecía. Se les había apagado algo llamado alegría y les había asomado la tristeza, dos emociones que yo ni conocía ni entendía por aquel entonces.
Otros días pasaba por allí y nos mirábamos deseando ser confidentes la una de la otra, pero siempre la misma persona la alejaba de mí repitiéndole de que ella nunca podría tener una muñeca como yo.
Pasó algún tiempo y ya no supe más de ella. Un día entró una niña de pelo castaño con un elegante vestido de raso rosa, lleno de lazos y blondas acompañada de su padre, un hombre acomodado de la ciudad, que quería hacerle un regalo a su querida y caprichosa hijita, para resarcirla de los abandonos a los que la sometía debido a sus viajes de negocios. Me eligió a mí, aunque no existía ni el más mínimo parecido entre la una y la otra.
Vivían en una lujosa casa en la margen izquierda del Sena, cerca de Notre Dame. Al principio me hacía mucho caso. Después de que la institutriz terminaba de darle sus lecciones, jugaba conmigo. A veces venían sus amiguitas a casa y jugaban a que tomaban un inexistente té en unas pequeñas tacitas de loza. Me sentaban en un cojín en el suelo junto a ellas y acercaban a sus labios y a los míos una de aquellas jícaras de juguete, aparentando que bebían y que yo también lo hacía, al tiempo que charlaban animosamente. Pronto llegó a casa un día con un gran oso de peluche, último regalo de su padre, que captó todas sus atenciones e hizo que se olvidara de mí para siempre. Durante un tiempo me tuvo como adorno de una de las estanterías de su cuarto, pero un lamentable día, no se debido a que, entró echa una furia en su habitación, lanzándonos a todos sus juguetes por las paredes y quedándonos los más delicados con alguna de nuestras partes dañadas por los impactos recibidos.
De modo que Soldado de plomo quedó manco, El títere Arlequín se quedó tuerto para toda su vida, Caballito balancín se quedó sin orejas y a mi una de mis piernas se me partió por la mitad y me quedé coja, aunque no sentía ni pena ni dolor. Debió considerar que éramos ya inservibles y nos encerró en el arcón de los juguetes olvidados del que no sabíamos si alguna vez saldríamos.
Paso algún tiempo y un día se abrió el baúl y pude volver a ver la luz del día. Su madre le dijo que tenía que repartirnos entre los niños que no tenían apenas juguetes con los que divertirse pues llegaba Navidad y Papa Noel le traería otros regalos.
De esta manera fuimos repartidos entre los niños de los sirvientes: Soldado de plomo y Arlequín fueron para los hijos del jardinero. Caballito balancín y Oso de peluche para los del chofer. Luego decidió que yo debía ser para la niña de los porteros y ella misma me subió a la buhardilla. Abrieron la puerta una mujer y una niña rubia con hermosos ojos negros. ¡Era Camille!
-Toma esta muñeca, te la quiero regalar, esta un poco rota, pero todavía es bonita y puede ser una buena compañera para ti- le dijo mi ama.
A Camille se le llenaron los ojos de lágrimas ya que nunca había tenido una pepona tan linda, me abrazó fuertemente contra su pecho y en aquel mismo instante empecé a sentir algo. Era como si me hubiera empezado a latir un pequeño corazoncito, y empecé a comprender lo que era la ternura y las palabras del hada de aquella noche en el taller.

A Camille le operaron de la pierna con éxito y a mi me llevó al taller donde me crearon y me colocaron una nueva. Ya no cojeamos y somos muy felices juntas.
Muchas tardes de domingo me lleva a pasear y me enseña los edificios de la Ciudad.
-Mira Geraldine, La torre Eiffel. Mira allí, los campos Eliseos. Ves aquel edificio de allí, pues es un museo muy importante, es el museo del Louvre. Y yo sonrío con mi boquita pequeña de muñeca, porque ahora sé lo que es la alegría y el dolor, porque ahora tengo el amor de Camille.

lunes, 19 de agosto de 2013

Luna de agosto.


 
 
 

 
Con una luna de agosto,
en un lunes caluroso
ella abrió sus lindos ojos
a este reino tan azul.
 

Creyó ser una princesa
que vivía en un palacio
con lacayos y doncellas
y sus vestidos de tul.
 

Luego al mirar en su entorno,
que sus padres no eran ricos,
y  trabajaban muy duro
porque tuvieran salud,
 
 
alegría y bienestar
su heredera y sus hermanos,
todo cuento o fantasía
lo recogió en un baúl. 

Avanzó siempre adelante
por cumplir sus ilusiones
y aunque encontró en su odisea
ciclones y algún alud,
 

siempre creyó en ella misma
y esforzándose y luchando
fue encontrando una vereda
que le orientaba a la luz.
 
Hoy  a pesar del dolor
y de todos aquellos sueños
y deseos por cumplir,
siente amor y gratitud
 

Por todo lo que la vida
le ha enseñado y le ha entregado,
por los que la han empujado
a lograr su plenitud.
 
lore58 en Poemas del Alma<br />
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viernes, 16 de agosto de 2013

Brindis. A veces es hermoso hacer un alto en el camino y brindar por la vida, por todo lo que nos da. Os dejo este poema que espero os guste.



 
 
Brindemos aunque el viento sople adverso,
aunque la lluvia sea más torrencial que nunca,
alcemos las copas de la esperanza y choquémoslas,
choquémoslas con la incertidumbre del latir de cada día,
con la inocencia del pájaro y del niño que no esperan nada
porque lo encuentran todo cuando habla el árbol
o  la casa donde habitan.
 
Ante la nostalgia soñemos,
soñemos libres de perjuicios y desesperanzas,
libres como las libélulas,
como los lobos y los leones,
como las liebres y los peces de los ríos.
Bebamos del nuevo amanecer,
sin espectros acechando en la oscuridad.
Olvidemos las rutinas y los malos augurios;
que la ira se transforme  en paciencia,
 y la arrogancia en humildad
para aguantar lo que no entraba en lo planeado.
Recibamos la luz sin premeditación, sin alevosía
como el tesoro que todos deseamos encontrar
y no encontramos, porque creemos que los tesoros
deben permanecer siempre escondidos.
Cantemos,
Bailemos,
Bebamos,
Comamos,
Lloremos si es preciso,
y después de todo celebremos la vida con mayúsculas,
bebiendo de todos los vientos en los que sopla la musa.
Seamos mariposas esparciendo semillas en la tierra,
las flores silvestres que alegran los caminos.
Choquemos nuestras copas
y brindemos,  brindemos hasta que se desmaye la última luz del día,
Aunque la vida no nos prometa nada,
aunque no ocurra nada extraordinario después.

sábado, 3 de agosto de 2013

Contemplar el mar trae sosiego al cuerpo y al alma estresados por las prisas de la vida.



Contemplarte me eleva sin remedio
a un paraíso eterno que me asusta y me apasiona,
y sin apenas darme cuenta
me pierdo en las alas de tu grandeza.



Jugueteas bromista con mis talones
llenándolos de salinidades y de espumas.
Tu silueta se pierde allí,
tal vez en esa línea imprecisa
en donde suele acostarse el sol de cada día,
allí donde estornuda la luna hilillos de plata,
para adornar los lomos de tus criaturas.

 
 
Me gusta contemplarte en el verano,
con la luz reflejada en tus arenas
y me siento pequeña como una caracola,
alejada y traída por tus mareas.


Pienso a menudo en ti en el invierno,
me viene a la memoria el recuerdo de tu compañía,
tu especial melodía creando y deshaciendo olas,
el olor de salitre y tus ocasos
tiñendo atardeceres de ensueño,
entre azul esmeralda y rojo fuego.


Aún y todo sigues siendo generoso,
traes bucólica paz y nutrimento,
me siento conectada con tu inmensidad.
Amo tus alboradas aunque azote el viento
y las gaviotas vuelen alto sobre la playa.


Aunque sean plomizos tus colores invernales,
ya no podría estar mucho tiempo sin sentirte,
porque cerca de ti existen paraísos vecinos,
con paralelas puestas de sol y pájaros pintados en el cielo,
con luminosos jardines en donde nunca mueren las flores.

lunes, 22 de julio de 2013




Viviré para despedir al sol de cada tarde,
mezclar mis lágrimas con la luz de lo trigales,
admirarme de la osadía  de los girasoles
y desangrarme en cada amapola;
me quedaré para beberme todo el rocío de la mañana.
Viviré para soportar los aguaceros,
plantarles cara  las tormentas
y esconderme de los truenos;
viviré para aprender el idioma de otros planetas.
Sobreviviré a los envites de las mareas,
a la soledad del alba en el invierno,
a los cantos de sirenas del verano,
al extremo optimismo de la primavera.
 
Viviré a pesar del fuego que lacera mis venas,
a pesar del veneno que se posa en mis entrañas,
aunque tenga que beberme todo el polvo que desprenden las estrellas.
Sobreviviré aunque solo tenga alas de mariposa,
y un poco de dignidad para elevarme.
Perduraré para beberme a sorbos
todo el magma de los volcanes,
toda la sal que hay en los mares,
el dulce  licor que me prepara la tierra.
Estoy programada y ya no tengo marcha atrás

lunes, 15 de julio de 2013

Llora la niña. A veces es importante escuchar a la voz interior. Al niño/a que fuimos y que sigue ahí en el fondo del alma, esperando a que le demos una oportunidad, a que lo amemos profundamente, porque forma parte del ayer y de nuestro hoy y nos ayuda a crecer y a enfrentarnos a nosotros mismos.





Llora la niña que hay en ti.
Tú has crecido, has luchado, has corrido,
has perdido instantes que ya no volverán.
Has vivido como si en esta esfera
la vida fuera una carretera sin fin.
Y ella en su rincón llora por tu indiferencia,
porque has perdido su magia entre zarzales
y nos has tenido en cuenta lo mucho que ella la necesita,
para sonreír, para dar lo mejor de sí misma.
Tú te has creído fuerte ante la adversidad,
te has reinventado como estatua de sal,
que nunca sangra porque no tiene venas,
que nunca se asusta porque no cree en el miedo.
Y ella llora porque aún cree en los fantasmas
que se esconden debajo de la cama,
porque necesita tus palabras de consuelo,
de tus caricias y de tus besos.
Llora porque nos has sido una buena madre para ella,
no la has abrazado cuando estaba enferma,
no le has contado cuentos para que  se durmiera,
no la has tomado de la mano cuando estaba perdida,
no la has arropado cuando tenía frío.
Y tú ahí con tu  indiferencia,
con amnesia de la niña que fuiste,
con tu carrera imparable hacia el abismo.
Y esa niña que hay en ti llamándote a gritos,
por tu sangre y por tu aire,
por tus miradas cansadas,
por cada poro de tu piel,
por tu pelo y por tus uñas.
Abrázala y seréis una.
Mira la vida a través de sus lágrimas,
quiérela con toda tu alma.
Si la abrazas se callará y se dormirá entre tus brazos.
Seréis Una sola sonrisa y un único sentimiento,
dos corazones y cuatro alas.
Quiérela y tendrás la batalla ganada.



Lee todo en: Poema Llora la niña, de lore58, en Poemas del Alma http://www.poemas-del-alma.com/blog/mostrar-poema-251411#ixzz2Z9W2oJO9

domingo, 7 de julio de 2013

Desengaño (Relato). A veces en la vida hay que pasar por desengaños y vicisitudes. Lo importante es reponerse y seguir adelante, solo asi es posible avanzar.






 

 

Entró en su apartamento como una exhalación. Como una loba herida, abrió la cerradura y cerró la puerta con vehemencia.  Ya dentro, en el mismo descansillo, las lágrimas subieron a su garganta como una pleamar. Cruzó las manos sobre su pecho y dejó que todo su cuerpo se deslizara por la pared, quedándose encogida con los brazos sobre el vientre y las piernas en genuflexión,  dando rienda suelta a su llanto, a su amargura, a su desilusión.

Rudy, su perrita caniche que dormitaba hasta entonces plácida en el sofá, acudió solícita al oír el llanto de su querida ama. Con pequeños ladridos y lametones, trató en vano de consolarla y giraba nerviosa a su lado una y otra vez sin conseguirlo. Al final se tumbó a sus pies con la cabecita pegada a sus muslos, esperando que se tranquilizara. Ella entonces acarició su lomo tibio y peludo  y se fue calmando momentáneamente de  su dolor.

Luego acudió a la cocina y se preparó un café bien cargado, que se tomó poco a poco, calmosamente, pensativa. Su sed de venganza y su desesperación iban dando paso a la indiferencia.

Sabía que ella era valiosa. Era una joven madura e independiente. Ella sola, con su tesón se había labrado un buen porvenir. Nada le había sido regalado. Sus padres no eran ricos y aunque habían hecho lo posible por costear los estudios de su hija, ella prefería muchas veces trabajar en lo que fuera para compartir la carga que suponía para ellos, como camarera, niñera, paseadora de perros…Tenía su propio apartamento y dinero suficiente para vivir y para algún que otro capricho.

En su ingenuidad, tal vez  había pensado que aquello duraría para siempre. Qué después de varios fracasos, había encontrado su alma gemela. No sabía en aquellos instantes, cuando vio a su novio besándose con ella, con aquella traidora, a la que había creído su mejor amiga, la liberación que suponía haberlos pillado infraganti. Ahora sí lo intuía.  Comprendía que el tiempo pondría las cosas en su sitio, que una decepción más en la vida no significaba ni mucho menos una derrota. Y ella seguiría luchando por sus sueños, por lo que de verdad tenía valor en la vida. Acarició de nuevo a Rudy y le puso pienso en su platillo y mientras esta comía golosa, fue al baño, llenó la bañera de sales olorosas, encendió una velas se y se dispuso a darse el más largo y relajante baño que jamás se había dado.

jueves, 4 de julio de 2013

Ella ante el espejo (relato)




Ella sola ante el espejo, desnuda de vanidades y de fuegos. Con la arruga a flor de piel, con sus patas de gallo y algún que otro pelillo en el bigote.  Contemplarse desnuda y deshojada, con el corazón maltrecho y las lágrimas a flor de piel.  Mirarse poco a poco sin miedo a ser ella misma en su totalidad, sin trampa ni cartón, revestida de corajes y de sueños.  Recorrer la vista por cada poro, por cada señal que va dejando el tiempo  en el escote, en los brazos, en la comisura de los labios.  Así,  tratando de no apartar la vista de la realidad que el cristal le devuelve, tratando  de no odiar cada michelin flotando en el abdomen,  ni las canas recién nacidas, ni los párpados caídos que ensombrecen la luminosidad de los iris, antaño tan pícaros y alegres.

Ella a pesar de todo sigue siendo la misma. Tiene el mismo corazón que un día se atrevió a soñar más de la cuenta sin morir en el intento.  Ella es una multitud de diosas en una.  Un volcán de hormonas y de batallas.  La  que se sigue admirando de las mismas cosas de siempre, de lo que no es efímero, de lo que nunca muere.  El tiempo pasa, pero en su corazón siempre hay flores y pájaros picoteando entre sus aurículas. El tiempo gira a más velocidad que las nubes de tormenta;  sabe que todo pasará,  pero aún hay esperanza,  porque ella  al fin ha empezado a admirarse y amarse sin miedo a la verdad.  Ella sola ante el espejo:  desnuda y sin recato.

viernes, 21 de junio de 2013

Pronto serán los San Marciales y he querido dedicar este relato en honor de todos las irunesas e iruneses que celebrarán sus fiestas próximamente.





El soldadito de San Marcial

 

Eran las 12 de la noche del día de San Pedro y Alberto se dirigía a su casa. Tenía prisa por llegar. El día siguiente sería intenso y debía estar despejado para afrontarlo. Sería un día especial, tal vez el más especial de su vida. Sería un día de San Marcial más lleno de color y luz que nunca.  A las siete de la mañana recogería a la cantinera, la chica más guapa del barrio y desfilaría a su lado orgulloso ante las miradas y los aplausos de la gente que se agolparía en las aceras. Y quién sabe…tal vez al terminar el desfile podría al fin vencer su timidez y pedirle a la chica que fuera su novia.

Por la calle se iba encontrando con personas que poco a poco se iba retirando a sus casas  para descansar y vivir la fiesta al día siguiente con alegría y buen humor.  El pasacalle daba sus últimos movimientos al son de la marcha de San Marcial, interpretada por las fanfarrias.

     ­¡Alberto! ¿Cuánto tiempo?— Alguien le llamó.

Se volvió y vio que eran Julen y Antxon, dos antiguos compañeros de colegio.

Después de cambiar algunas impresiones estos le invitaron a un último trago en un bar de la plaza San Juan que aún estaba abierto. Alberto se negó, quería estar fresco al día siguiente.

     Vamos hombre, no nos hagas este desprecio, será solo una copa para seguir charlando y después  a casa— Tanto insistieron que al final accedió.

Después de una copa siguió otra y otra. Eran las 2 de la mañana y los tres iban por la calle haciendo eses y cantando con total desafío a la escala musical. 

Al fin con pocas ganas se despidieron. Alberto intentó abrir la puerta de casa pero no acertaba con la llave.  Su madre, que le esperaba sin acostarse, a pesar del  cansancio, le abrió nerviosa y preocupada.

—Alberto hijo ¿Qué horas son estas? Dijiste que después de la cena vendrías a casa enseguida.  ¡Recuerda que día es hoy!—

—No se preocupe madre, usted despiérteme a las 5:30 h para ir a la diana—

—No sé hijo, lo intentaré, pero en tu estado dudo que te despiertes—

 Joaquina fue a su cuarto a intentar descansar aunque fuera un par de horas antes de que empezara a clarear, apagó la luz de la mesilla de noche y cerró los ojos, el día había sido intenso y aunque no durmiera por lo menos descansaría para poder despertar a su hijo a la hora.

Eran las ocho menos cinco de la mañana. Todas las tropas del alarde se hallaban formadas  en la plaza Urdanibia. Una de las cantineras miraba nerviosa a un lado y a otro, no apreciando las alabanzas de los soldados que le decían una y otra vez lo guapa que estaba. Sobre todo Tomás,  al que le hubiera encantado ser su acompañante.  Una lágrima empezó a deslizarse por la mejilla de Junkal.  Sonó el cornetín y el alarde hizo su arrancada con los hacheros abriendo el paso a todas las compañías por la calle San Marcial.  Junkal  tuvo que aceptar  finalmente a que Tomás fuera su escolta.  Los ojos de él brillaban más que nunca. Ella tenía que sonreír  y saludar a un lado y a otro de las aceras a la gente que aplaudía llena de júbilo y alegría,   su corazón, sin embargo estaba triste. La ilusión que sentía por la bajada a la Iglesia saltando con la marcha del Joló y tocando las campanas ya no fue la misma.

 

A las diez y media de la mañana, Nekane, la hermana pequeña de Alberto,  jugaba por el pasillo de casa con una mano en su cadera y la otra moviendo su abanico de papel, saludando ante un público invisible que la aplaudía, pensando con la inocencia de sus seis años que un día ella también sería una hermosa cantinera.

Alberto despertó sobresaltado, miró al reloj y saltó de la cama.

—Madre ¿Por qué no me despertaste?—

—Hijo, te llamé una y otra vez y nada, no te despertabas. Después ahí estuvo tu hermana saltando encima de tu cama y sobre tu tripa y tampoco. ¿Qué podía hacer más?—

Se vistió rápido con el traje de San Marcial. Con la chaqueta negra, camisa blanca,  corbata y faja roja, pantalón blanco y boina también roja,  se calzó las alpargatas blancas con cintas negras,  cogió la escopeta y salió de casa con la intención de ir al monte San Marcial.

—Alberto ¿No vas a desayunar?—

—Llego tarde madre, almorzaré en el monte—

 

Cuando llegó ya había terminado la misa y después de la ofrenda floral,  las cantineras  posaban para la foto junto al General.  Cuando se deshizo el grupo trató de encontrarla con la mirada y allí estaba,  muy bella, resaltando sus ojos azules sobre su tez morena. Se acercó y ella al reconocerlo le dijo con tono disgustado:

     ¿Y tú que haces aquí? ¿Ahora apareces? Te estuve esperando hasta último momento y no viniste. Me hiciste pasar un gran apuro .

     Déjame que te explique Junkal…

     ¡Explicar!, no hay nada que explicar. ¡Márchate!

Entonces apareció Tomás y lo agarró por la solapa:

—¡Vete de aquí  sinveguenza! Déjala tranquila, que ya la hiciste sufrir bastante abandonándola en uno de los mejores días de su vida—

—¡Junka!l…

 

Había empezado la romería.  Las irunesas e iruneses bailaban al son de la trikitrixa. Corría la sidra y el buen humor  en un día luminoso y soleado de un 30 de junio.    Después de la comida popular las tropas bajarían del monte y formarían otra vez para el desfile de la tarde, y de nuevo Los parches, tambores y txibilitos amenizarían el resto de la jornada y el olor de la pólvora sería el aroma de toda la ciudad de Irún. Un desafortunado desencuentro, sin embargo, hizo que la alegría y el color no brillaran por igual en el corazón de dos de sus protagonistas.





http://www.euskalnet.net/jct/elalarde.htm

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