Mi lado creador es un blog destinado a la publicación de mis creaciones tanto literarias como manuales. Es una mezcla de mis escritos y mis bisuterias que quiero compartir con mis lectores.

domingo, 30 de junio de 2013
miércoles, 26 de junio de 2013
lunes, 24 de junio de 2013
viernes, 21 de junio de 2013
Pronto serán los San Marciales y he querido dedicar este relato en honor de todos las irunesas e iruneses que celebrarán sus fiestas próximamente.
El soldadito de San Marcial
Eran las 12 de la noche del día de San Pedro y Alberto se
dirigía a su casa. Tenía prisa por llegar. El día siguiente sería intenso y
debía estar despejado para afrontarlo. Sería un día especial, tal vez el más
especial de su vida. Sería un día de San Marcial más lleno de color y luz que
nunca. A las siete de la mañana
recogería a la cantinera, la chica más guapa del barrio y desfilaría a su lado
orgulloso ante las miradas y los aplausos de la gente que se agolparía en las
aceras. Y quién sabe…tal vez al terminar el desfile podría al fin vencer su
timidez y pedirle a la chica que fuera su novia.
Por la calle se iba encontrando con personas que poco a poco
se iba retirando a sus casas para
descansar y vivir la fiesta al día siguiente con alegría y buen humor. El pasacalle daba sus últimos movimientos al
son de la marcha de San Marcial, interpretada por las fanfarrias.
— ¡Alberto!
¿Cuánto tiempo?— Alguien le llamó.
Se volvió y vio que eran Julen y Antxon, dos antiguos
compañeros de colegio.
Después de cambiar algunas impresiones estos le invitaron a
un último trago en un bar de la plaza San Juan que aún estaba abierto. Alberto
se negó, quería estar fresco al día siguiente.
— Vamos
hombre, no nos hagas este desprecio, será solo una copa para seguir charlando y
después a casa— Tanto insistieron que al
final accedió.
Después de una copa siguió otra y otra. Eran las 2 de la
mañana y los tres iban por la calle haciendo eses y cantando con total desafío
a la escala musical.
Al fin con pocas ganas se despidieron. Alberto intentó abrir
la puerta de casa pero no acertaba con la llave.
Su madre, que le esperaba sin acostarse, a pesar del cansancio, le abrió nerviosa y preocupada.
—Alberto hijo ¿Qué horas son
estas? Dijiste que después de la cena vendrías a casa enseguida. ¡Recuerda que día es hoy!—
—No se preocupe madre, usted
despiérteme a las 5:30 h para ir a la diana—
—No sé hijo, lo intentaré, pero
en tu estado dudo que te despiertes—
Eran las ocho menos cinco de la mañana. Todas las tropas del
alarde se hallaban formadas en la plaza
Urdanibia. Una de las cantineras miraba nerviosa a un lado y a otro, no
apreciando las alabanzas de los soldados que le decían una y otra vez lo guapa
que estaba. Sobre todo Tomás, al que le
hubiera encantado ser su acompañante.
Una lágrima empezó a deslizarse por la mejilla de Junkal. Sonó el cornetín y el alarde hizo su
arrancada con los hacheros abriendo el paso a todas las compañías por la calle San Marcial. Junkal tuvo
que aceptar finalmente a que Tomás fuera
su escolta. Los ojos de él brillaban más
que nunca. Ella tenía que sonreír y
saludar a un lado y a otro de las aceras a la gente que aplaudía llena de
júbilo y alegría, su corazón, sin embargo estaba triste. La ilusión que sentía por la bajada a la Iglesia saltando con la marcha del Joló y tocando las campanas ya no fue la misma.
A las diez y media de la mañana, Nekane, la hermana pequeña de
Alberto, jugaba por el pasillo de casa
con una mano en su cadera y la otra moviendo su abanico de papel, saludando
ante un público invisible que la aplaudía, pensando con la inocencia de sus
seis años que un día ella también sería una hermosa cantinera.
Alberto despertó sobresaltado, miró al reloj y saltó de la
cama.
—Madre ¿Por qué no me
despertaste?—
—Hijo, te llamé una y otra vez y
nada, no te despertabas. Después ahí estuvo tu hermana saltando encima de tu
cama y sobre tu tripa y tampoco. ¿Qué podía hacer más?—
Se vistió rápido con el traje de San Marcial. Con la chaqueta
negra, camisa blanca, corbata y faja roja,
pantalón blanco y boina también roja, se
calzó las alpargatas blancas con cintas negras,
cogió la escopeta y salió de casa con la intención de ir al monte San
Marcial.
—Alberto ¿No vas a desayunar?—
—Llego tarde madre, almorzaré en
el monte—
Cuando llegó ya había terminado la misa y después de la
ofrenda floral, las cantineras posaban para la foto junto al General. Cuando se deshizo el grupo trató de encontrarla
con la mirada y allí estaba, muy bella,
resaltando sus ojos azules sobre su tez morena. Se acercó y ella al reconocerlo
le dijo con tono disgustado:
— ¿Y
tú que haces aquí? ¿Ahora apareces? Te estuve esperando hasta último momento y
no viniste. Me hiciste pasar un gran apuro .
— Déjame
que te explique Junkal…
— ¡Explicar!,
no hay nada que explicar. ¡Márchate!
Entonces apareció Tomás y lo agarró por la solapa:
—¡Vete de aquí sinveguenza! Déjala tranquila, que ya la
hiciste sufrir bastante abandonándola en uno de los mejores días de su vida—
—¡Junka!l…
Había empezado la romería. Las irunesas e iruneses bailaban al son de la
trikitrixa. Corría la sidra y el buen humor en un día luminoso y soleado de un 30 de
junio. Después
de la comida popular las tropas bajarían del monte y formarían otra vez para el
desfile de la tarde, y de nuevo Los parches, tambores y txibilitos amenizarían
el resto de la jornada y el olor de la pólvora sería el aroma de toda la ciudad
de Irún. Un desafortunado desencuentro, sin embargo, hizo que la alegría y el
color no brillaran por igual en el corazón de dos de sus protagonistas.
http://www.euskalnet.net/jct/elalarde.htm
http://www.alardedeirun.com/es/música
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miércoles, 19 de junio de 2013
Contemplar la luna puede ser una buena terapia para alcanzar la paz que a veces anhelamos. La luna atrae a las mareas, tiene una gran influencia en nuestras vidas y en muchas culturas se la veneró como a una diosa. Aquí os dejo este relato inspirado en la reina de la noche.
Plenilunio
Cada vez que miraba a la luna ocurría el milagro. Porque las
noches de luna llena le traían la felicidad de otros días en los que se sentía
tan plena como el astro admirado. Le venían a la mente recuerdos de su juventud,
cuando se asomaba al balcón en las noches cálidas de verano. Encendía
un pitillo y lo aspiraba profundamente, sin prisa en expulsar el humo; con placer. Y así, ensimismada y envuelta en las volutas
caprichosas que producía la fumarada, miraba
entonces hacia el horizonte, y las
sombras recortadas de los montes le hablaban con la voz profunda de lo natural
y le revelaban sus misterios más ocultos, como si ella fuera en aquel momento
la dama más adecuada en recibir tales revelaciones. Se sentía de esta manera, la reina de la noche y el perfume de todas las
rosas se introducía por todos los poros de su piel, y el rumor de las hojas eran coros celestiales en su alma
de hada del bosque.
Y cada vez que la miraba, no quedaba en balde su petición, y
como si la luna tuviese dedos de escarcha, y a la orden de un chasquido, se
producía la magia que ella deseaba y otra vez en su corazón encogido y nublado,
resplandecía aquella ilusión primera de alcanzarla, aunque fuera tan sólo por
un instante, saltando ella llena de júbilo, como si todos sus deseos estuvieran ya
concedidos de antemano.
Aquel reflejo
siempre venía a rescatarla de todos sus
naufragios, siempre en las noches de amor y plenilunio, si bien después
todo se desvaneciera, todo quedara en entredicho y su sombra rota como un cristal.
lunes, 17 de junio de 2013
Es díficil a veces el día a día. A menudo en la juventud teníamos unas espectativas de vida que luego no se han cumplido. Por ejemplo una profesión diferente a la que habíamos soñado tener. A veces nuestro camino a la felicidad se ve truncado porque no nos atrevemos en realidad a dar el salto a que ocurra, y preferimos seguir soñando a convertirlo en realidad, como le pasa a la protagonista de este relato que espero os guste.
La monotonía de los días
No podía dormir. Miraba cada minuto al reloj y se daba
cuenta que las horas pasaban sin tregua. Tenía que levantarse a las 6:30 de la
mañana, para ir como todos los días al trabajo.
Un empleo tedioso de secretaria en una gran multinacional, con un jefe
que la sobrecargaba de tareas y unos compañeros envidiosos, que trataban de
escalar puestos por encima de todas las cabezas. Ella siempre había soñado con
ser azafata de vuelo. Recordaba la
primera vez que subió a un avión. Tenía 12 años y se iba de vacaciones con sus
padres a Tenerife. Se quedó extasiada viendo a aquella señorita vestida con
americana y falda azul marino y sus zapatos de tacón alto a juego, dando
instrucciones antes de volar. Le encantó
la forma en que señaló donde se encontraban las puertas de emergencia, los
cinturones y las máscaras de oxígeno. Luego durante el vuelo observó con que entrega
servía el almuerzo a los viajeros.
Cuando terminó el bachillerato seguía con el mismo
entusiasmo de ser azafata, pero sus padres se lo quitaron de la cabeza alegando
que era una profesión peligrosa, además de esclava, todos los días de un lado
para otro sin apenas tocar tierra. Siempre había sido una niña obediente y no
quiso contrariarlos, así que tuvo que elegir entre ser maestra o secretaria. No
le gustaban los niños, así que eligió lo segundo.
Las tres de la mañana y su cabeza como un bombo dando
vueltas sin parar. Debía ser la cena que le había sentado mal. Tenía que
procurar no comer tanto por la noche y acostarse después de pasada la
digestión.
Las cuatro….las cinco. Vueltas y más vueltas. Una hora y
media más y empezaría la carrera de todos los días. La ducha. Vestirse con el
mismo tipo de traje gris insulso de
diario. El desayuno a prisa y corriendo.
Despedirse de su marido que se quedaría
en casa escribiendo su última novela ¡Como le envidiaba! ¡El sí que había podido
cumplir su sueño! Aunque él dijera que
la lucha que tenía con sus editores también era tediosa, y salir corriendo para
no perder el tren de las 7: 15 y de nuevo otro día más monótono y triste.
-Quiero irme de esta ciudad, Juan. Vámonos a un lugar más
alegre, donde no llueva tanto y en la cara de la gente se adivine la alegría de
vivir. Al fin y al cabo tú puedes ejercer tu profesión dónde quieras, con tal
de que no se te agote la imaginación y tengas a mano un portátil.
-¡Estás loca, querida! ¿Y qué hacemos con la casa? Recuerda
que nos quedan años de hipoteca.
-Pues la vendemos y listo-
-¡Sí! ¡Cómo si fuera tan fácil en estos tiempos que corren
vender una casa!-
-Pues tú piénsatelo querido-
Besó a su marido y abrió la puerta para coger el ascensor.
Él se asomó a la ventana para decirle adiós desde la ventana
como todos los días. Y como siempre le había prometido que reflexionaría con lo
de mudarse a otro lugar más alegre.
Sabía que así la hacía feliz y de esa manera ella le
saludaba con la mano y la sonrisa en los labios desde la acera. Y una vez
en el tren, rumbo al trabajo, soñaba que sólo sería cuestión de tiempo y que un
día al fin, tarde o temprano, él cedería y conseguiría llevárselo de allí, a un
lugar lleno de sol y de aventuras por vivir. Entonces miraba por la ventanilla
y se dedicaba a observar el mismo paisaje de todos los días, y su esperanza hacía
que afrontar su presente fuera menos cruel y llevadero.
jueves, 13 de junio de 2013
Gargantilla estilo Cleopatra con cartón, cinta de raso y alambre.
Este modelo de gargantillas lo saqué del blog de cosas Maribel que además enseña a hacerlas. Quedan muy bien puestas. os pongo el enlace.
http://cosasmaribel.blogspot.com.es/2013/04/collar-estilo-cleopatra-hecho-de-carton.html
domingo, 9 de junio de 2013
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